viernes, 27 de mayo de 2011

Una clase para recordar

Recuerdo que hace varios años atrás, en mi tránsito por la carrera de psicopedagogía, una profesora llegó una tarde anunciándonos que era el día del hermano y nos obsequió una poesía de la Madre Teresa de Calcuta. En ese momento la leí, me gustó mucho y decidí guardarla. Hoy después de muchos años, descubrí que en la vida las cosas no pasan por casualidad sino, por causalidad. El haber recibido el poema justo en ese día y posteriormente, el haberlo guardado por tanto tiempo, tenía una razón de ser.

Era marzo del 2010 cuando comenzaba mi tránsito por el tercer año de Lengua y Literatura. Pero ese inicio no era como los anteriores. Era distinto para mi, al frente de la clase estaría mi única hermana, dieciocho años mayor que yo. Es difícil de explicarlo pero fueron muchas las sensaciones y sentimientos que por mi mente se entrecruzaron.

He sido alumna por más de 20 años y se perfectamente que implica estar en ese rol y, puedo asegurar, que hasta ese día había sabido desenvolverme en él perfectamente. Pero en ese momento las cosas habían cambiado un poco. Jamás me había puesto a pensar y ni siquiera, había imaginado como funcionaría yo como alumna de mi propia hermana.

Por mi mente pasaron miles de conjeturas y fueron varias las noches que dedique a hipotetizar esta nueva y desconocida situación. ¿Cómo sería ella como profesora?, calculé que hablaría fuerte como de costumbre y que seguramente daría la sensación de que impone cuando en realidad solo está hablando normalmente. Me pregunté cómo me dirigiría a ella, un ser tan familiar en mi vida, un sujeto que conoce hasta mis más íntimos secretos, una persona a la que amo profundamente y con la que he compartido toda mi corta, pero agitada vida; con la cual he reído, llorado, peleado, discutido, jugado.

Cómo haría para desprenderme de todo eso y para ser sólo su alumna en un contexto institucional. También dudaba de lo que mis compañeros pensarían al respecto. Calculé que más de uno estaría convencido de que yo sacaría provecho de la situación y esto verdaderamente me atormentaba. Sentía que debería esforzarme el doble con ella para demostrarles a los demás que nadie me estaba regalando la materia.

Pensaba si a ella le incomodaría mi presencia o si acaso ella se sentiría de algún modo expuesta o evaluada como docente frente a mi persona. Pero descubrí que en realidad la que tenía temor de ser evaluada, analizada y expuesta, no era más que yo. Me sentía como a punto de dar examen, no quería fallar en nada, calculo que en el fondo no quería decepcionarla como alumna, faceta que ella no conocía de mi, la única faceta, creo yo que me pertenecía y que hoy iba a revelársela.  La ansiedad invadía mi cuerpo, de por si soy una persona sumamente ansiosa y esta situación elevo aún más mis niveles, al punto tal, de hacerme sentir incómoda.

Llegué al aula y ella ya estaba allí, sentada junto a su pareja pedagógica. Eso me relajó, pensé en dirigirme permanentemente a la otra profesora y problema resuelto. Pero para mi desgracia, mi hermana tomo el mando de la clase, como de costumbre, y no me quedó otra opción que ser su alumna. Era hora de presentarse, ella dio el punta pie inicial diciendo su nombre y luego, dio la batería de títulos obtenidos y la enorme experiencia que con poca edad posee. Estas cosas para mi no eran agenas, he participado de todos sus logros pero, escucharlos todos juntos y en esta situación debo decir que me sorprendieron y me llenaron de orgullo pero agudizaron mi sensación de inseguridad frente a ella. La igualdad que disfrutaba siendo sólo hermana se perdía bajo la jerarquía docente - alumno.
Llegó el turno de que los alumnos se presentaran. Me parecía patético contarle a mi hermana quien era yo, ¿qué iba a decirle?

-          Soy V. L., la misma persona que te hacía rabiar por las noches porque nos tocó compartir la habitación sólo que ahora, tengo unos años más.

Me parecía hasta ridículo. Pero ella una vez más solucionó mi problema y me sorprendió con una técnica de presentación que no se me hubiese ocurrido nunca.

Nos pidió que nos reuniéramos en grupo deacuerdo a nuestro signo del zodiaco y nos repartió una fotocopia en la que se describían los rasgos de personalidad del signo correspondiente al grupo. Luego debíamos debatir con nuestros  compañeros cuáles eran los rasgos que compartíamos y en cuáles diferíamos y, a partir de esos rasgos, armar nuestra presentación.

La actividad resultó ser muy divertida, inclusive hasta para una alumna que por cuestiones religiosas no cree en los signos. Descubrí muchas cosas que tenía en común con compañeros de dos años, afinidades que quizá nunca imaginé que existieran. Reflexioné acerca de aspectos de mi personalidad en los cuales nunca me había detenido a pensar. Lo mejor fue cuando expuse mi signo, fue como una charla, lo que me parecía que iba a ser ridículo terminó siendo muy agradable y mi hermana, hizo acotaciones interesantes y graciosas respecto de mi personalidad.

Cuando quise acordar la hora que me había torturado días y noches se había terminado. Ese día volví a aquella poesía que me habían dado justamente en el día del hermano. Mi nueva y tan conocida docente ejemplificaba aquellas palabras:

Enseñarás a volar
Pero no volarán tú vuelo,
Enseñarás a vivir,
Pero no vivirán tú vida,
Sin embargo…
En cada vuelo,
En cada sueño,
En cada vida,
Perdurará siempre la huella
Del camino enseñado.

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